lunes, 5 de noviembre de 2018

DIARIO DE LOS DANZANTES DE LA ENERGÍA (Noviembre)


Por una amiga me entero que en su grupo de Chi Kung se han ejercitado escuchando el Preludio del Tristán e Isolda wagneriano. Practiqué Tai Chi muchos años. Como hacen algunos en sus ejercitaciones, acompañaba mis rutinas con música de la que llaman New Age, con preferencia de inspiración asiática. Cuando una persona muy amada falleció repentinamente, dejé de practicar por un tiempo. Un buen día, viendo a Daniel Baremboim y su Orquesta del Diván de Oriente y Occidente, escuche el Preludio en cuestión. Esa orquesta está compuesta por músicos palestinos e israelíes. Para estos últimos, interpretar a Wagner no era nada fácil, dadas las filiaciones que estableció el régimen nazi con su música y sus ideas antisemitas. De modo que desde el comienzo había una especial expectativa por aquella interpretación.

El primer acorde del Preludio, el famoso “acorde del Tristán” desgarró mi alma como se desgarran las nubes al desencadenarse la tormenta. “Vida de luz, !cuán presto tú disipas / La vacua obscuridad sin fundamento!” dicen unos versos de Novalis. Más no puedo decir. La sublimación del amor por la muerte es algo que va más allá de las palabras y que sólo la música puede expresar.

Volví al Tai Chi por un tiempo. Pero en cada práctica me acompañó siempre la música de ese Preludio. No necesitaba poner un CD para escucharla. El Tai Chi y la música se convirtieron en una forma de despedida para el ser amado y de Oda a la vida. Como con esa música que nos recuerda el mundo y lo que le trasciende, de igual manera quedó el Tai Chi en mí. No necesito hacer una rutina para realizarlo, me acompaña en todo momento. Del mismo modo que la persona a quien amo y siempre amaré.

A quien vi, quien de su mano
Llevaba, nadie lo supo;
Lo veré en eternidad.
Y esta serena, entre todas

Mis horas, cual mis heridas,
Abierta por siempre está.
Novalis

Anónimo

18-11-18
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Llevo algún tiempo sin hacer Tai Chi como debe ser. Tuve un traspié y la consecuencia fue un severo esguince en el tobillo derecho. Como un animalito herido me refugié en mi casa a esperar que el tiempo me curara. Cuando me quedo sola en la casa, ésta se torna fría. Caigo en cuenta que al hacer Tai Chi la calentaba, la convertía en un hogar, aún en ausencia de la familia. Mientras me repongo, me abrigo y salgo al balcón. Extraño las aves bondadosas que venían a ver mis giros y patadas. Echo de menos mis sesiones de Tai Chi.

También me hacen falta los compañeros de mi grupo. Me envían mensajes y me llaman para saber cómo sigo, cuándo regresaré. Vuelvo al balcón y decido practicar sentada. Me siento un poco rara puesto que ahí ando de suéter y con gorra. Mi ánimo anda volando bajo y no quiero resfriarme. Un colibrí revolotea cerca de mí. Su presencia me renueva con una brizna del antiguo aliento perdido. Pero en un instante desaparece. Decido volver a mi habitación, la tarde cae con presagios de lluvia y el tobillo vuelve a dolerme.

Mi tobillo mejora muy lento. Mi otra pierna se reciente del esfuerzo. Me recuesto en la cama. No quiero olvidar mi forma de Tai Chi, así que la repaso mentalmente. Me quedo dormida y sueño que hago la forma entre hierbas altas y girasoles. En el sueño no aparezco ni desnuda, ni abrigada, ni usando un atuendo chino. Visto una túnica que el viento infla y ondea a placer. Despierto con los ruidos de la familia retornando a la casa. Como Chuang Tzú, no sé si era yo que soñaba con que hacía Tai Chi o era el Tai Chi que soñaba que era yo. Decido esperar a los míos en mi cama, para que el esguince no me quite la sonrisa del rostro.

Anónimo

09-11-18
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Diario Chikung
03-11-18

Desayuno: Pan tostado

Un mes justo sin escribir en el Diario Chi Kung; 21 días sin practicar Chi Kung.

Me siento torpe al volver a la práctica. Hago algo de shibashi. La secuencia de los ejercicios se me ha olvidado bastante. No me atrevo a hacer Zhan Zhuang.

Me salgo a la calle, como dice el bolero que canta Tito Rodríguez. Al hacer la cola para comprar pan ejercito un poco de la postura Wu-Chi. En la noche, en casa, ya para dormir, hago algunos minutos de respiración abdominal. Me relajo bastante para conciliar el sueño. Mañana será un nuevo día y veremos.


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1 comentario:

  1. Pienso que el Tai chi puede ser algo tan maravilloso que pudiera no importar mucho alguna de sus formalidades, porque cuando medito en mi yo interno, e intento que la energía tome un sendero que le he establecido, estoy sumido en una secuencia que intenta enlazar a mi mente con una especie de voluntad que intento imponer a mi persona.

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