Por
una amiga me entero que en su grupo de Chi Kung se han ejercitado escuchando el
Preludio del Tristán e Isolda
wagneriano. Practiqué Tai Chi muchos años. Como hacen algunos en sus
ejercitaciones, acompañaba mis rutinas con música de la que llaman New Age, con
preferencia de inspiración asiática. Cuando una persona muy amada falleció
repentinamente, dejé de practicar por un tiempo. Un buen día, viendo a Daniel Baremboim
y su Orquesta del Diván de Oriente y Occidente, escuche el Preludio en
cuestión. Esa orquesta está compuesta por músicos palestinos e israelíes. Para
estos últimos, interpretar a Wagner no era nada fácil, dadas las filiaciones
que estableció el régimen nazi con su música y sus ideas antisemitas. De modo
que desde el comienzo había una especial expectativa por aquella
interpretación.
El
primer acorde del Preludio, el famoso “acorde del Tristán” desgarró mi alma
como se desgarran las nubes al desencadenarse la tormenta. “Vida de luz, !cuán presto tú disipas / La
vacua obscuridad sin fundamento!” dicen unos versos de Novalis. Más no
puedo decir. La sublimación del amor por la muerte es algo que va más allá de
las palabras y que sólo la música puede expresar.
Volví
al Tai Chi por un tiempo. Pero en cada práctica me acompañó siempre la música
de ese Preludio. No necesitaba poner un CD para escucharla. El Tai Chi y la
música se convirtieron en una forma de despedida para el ser amado y de Oda a
la vida. Como con esa música que nos recuerda el mundo y lo que le trasciende,
de igual manera quedó el Tai Chi en mí. No necesito hacer una rutina para
realizarlo, me acompaña en todo momento. Del mismo modo que la persona a quien
amo y siempre amaré.
A quien vi, quien de su mano
Llevaba, nadie lo supo;
Lo veré en eternidad.
Y esta serena, entre todas
Mis
horas, cual mis heridas,
Abierta por siempre está.
Novalis
Anónimo
18-11-18
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Llevo algún tiempo sin hacer Tai Chi como debe ser. Tuve un traspié y la consecuencia fue un severo esguince en el tobillo derecho. Como un animalito herido me refugié en mi casa a esperar que el tiempo me curara. Cuando me quedo sola en la casa, ésta se torna fría. Caigo en cuenta que al hacer Tai Chi la calentaba, la convertía en un hogar, aún en ausencia de la familia. Mientras me repongo, me abrigo y salgo al balcón. Extraño las aves bondadosas que venían a ver mis giros y patadas. Echo de menos mis sesiones de Tai Chi.
También me hacen
falta los compañeros de mi grupo. Me envían mensajes y me llaman para saber cómo
sigo, cuándo regresaré. Vuelvo al balcón y decido practicar sentada. Me siento
un poco rara puesto que ahí ando de suéter y con gorra. Mi ánimo anda volando
bajo y no quiero resfriarme. Un colibrí revolotea cerca de mí. Su presencia me
renueva con una brizna del antiguo aliento perdido. Pero en un instante
desaparece. Decido volver a mi habitación, la tarde cae con presagios de lluvia
y el tobillo vuelve a dolerme.
Mi tobillo mejora muy
lento. Mi otra pierna se reciente del esfuerzo. Me recuesto en la cama. No
quiero olvidar mi forma de Tai Chi, así que la repaso mentalmente. Me quedo
dormida y sueño que hago la forma entre hierbas altas y girasoles. En el sueño
no aparezco ni desnuda, ni abrigada, ni usando un atuendo chino. Visto una
túnica que el viento infla y ondea a placer. Despierto con los ruidos de la
familia retornando a la casa. Como Chuang Tzú, no sé si era yo que soñaba con
que hacía Tai Chi o era el Tai Chi que soñaba que era yo. Decido esperar a los
míos en mi cama, para que el esguince no me quite la sonrisa del rostro.
Anónimo
09-11-18
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Diario Chikung
03-11-18
Desayuno: Pan tostado
Un mes justo sin escribir
en el Diario Chi Kung; 21 días sin practicar Chi Kung.
Me siento torpe al volver
a la práctica. Hago algo de shibashi. La secuencia de los ejercicios se me ha
olvidado bastante. No me atrevo a hacer Zhan Zhuang.
Me salgo a la calle, como
dice el bolero que canta Tito Rodríguez. Al hacer la cola para comprar pan
ejercito un poco de la postura Wu-Chi. En la noche, en casa, ya para dormir,
hago algunos minutos de respiración abdominal. Me relajo bastante para
conciliar el sueño. Mañana será un nuevo día y veremos.
Diarios de los Danzantes de la Energía (índice)
Pienso que el Tai chi puede ser algo tan maravilloso que pudiera no importar mucho alguna de sus formalidades, porque cuando medito en mi yo interno, e intento que la energía tome un sendero que le he establecido, estoy sumido en una secuencia que intenta enlazar a mi mente con una especie de voluntad que intento imponer a mi persona.
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